jueves, 22 de enero de 2015

Espacio público dual


 Autor: Arq. Mgs. Diego Hidalgo Burneo


El espacio público es, en ciertas ocasiones, un fin en sí mismo –para la consecución de objetivos públicos-. O, si se quiere, un medio para la consecución de fines privados. Es decir, nos integramos comunitariamente en un espacio público siempre en la búsqueda de cumplimentar intereses colectivos pero que, a fin de cuentas, resultan ser reproducciones o amplificaciones de nuestros intereses individuales y que además, por convicción o porque resulta imperativo, requiere de un despliegue logístico en el espacio público.



El espacio público es, en otras ocasiones, un vínculo estricto entre otros espacios (público-público, privado-privado o público-privado) pero que, per se, solo releva importancia si sirve para el intercambio o el desplazamiento. Abstrayendo, el espacio público, en este sentido, lo es siempre que proceda la comunicación de objetos materiales o de objetos mentales a escalas reconocibles o de alcance comunitario.



La finalidad confesa de este artículo reside en proponer la ralentización de los flujos de circulación humana, gravemente re-definidos con la aparición del automóvil para, ojalá, modelar en debates posteriores situaciones de construcción de la identidad en tanto, a menores rapideces de desplazamiento, es plausible imaginar mayores posibilidades de percepción racionalizada de la realidad y, consecuentemente, si se aporta también desde el diseño urbano-arquitectónico, se conseguiría una mayor apropiación del asiento de esos flujos: el espacio público.



Entonces, el propósito señalado antes se facilitaría de manera considerable si metodológicamente se disocia el espacio público en una doble significación: como espacio extremo o como espacio intermedio, caracterizado en ambas esferas como un espacio de integración comunitaria o como un espacio de transición, respectivamente.



Espacio público como espacio extremo: de integración comunitaria



El espacio público ha sido siempre el continente para la construcción de la ciudadanía y para la construcción de la ciudad; es decir, se ha manifestado en una doble dimensión política-urbana donde se insinúan insistentemente determinados elementos en su evolución –o al menos en su interpretación-.



Por una parte, se destaca la permanente lucha de poderes en tanto el dominio potencia su sentido en el espacio público, «…cuando es conocido y reconocido por los ciudadanos» (Salcedo, 2011, p. 69); se admite así marcas de inestabilidad, exclusión y asimetría entre sus actores: grupos hegemónicos y otros colectivos secundarios.



Además, este debate bien puede mudar hacia un soliloquio de grupos elitistas, con énfasis en las oligarquías económicas, al revelarse también a través de los medios de comunicación masiva que siempre, o casi siempre, responden a los intereses económicos y políticos de sus propietarios[1].



Por otra parte, no obstante de lo dicho antes -¿o precisamente por ello?-, parte de la querella contemporánea por revitalizar el espacio público reposa en su democratización: «un espacio público difícilmente podría ser entendido como tal si en él estuviesen prohibidas ciertas actividades o cierto tipo de personas, más allá de lo que el sentido común de una cultura o el ciudadano del mismo espacio permiten...» (Neira, 2011, p. 34). Se apunta entonces, como requerimiento de esos espacios, que posean accesibilidad al medio físico, así como accesibilidad cognitiva y moral (espacios democráticos que garanticen la libertad de  asociación, de conocimiento y de opinión personal).



Entonces, el espacio público aquí es pretendido como un derecho fundamental de las sociedades en tanto se recrea como predecesor de la construcción de la ciudadanía, pero también de la individualidad dado que los intereses comunes librados en el espacio público dejan ver necesariamente la puesta en escena de los intereses particulares: nadie socializa si no es en función de libertades individuales que, en la coincidencia con los otros, pueden mutar hacia lo colectivo.



Espacio público como espacio intermedio: la transición



Tantos los intercambios de información como los desplazamientos suceden en un espacio físico. Los primeros se dan a través de ondas electromagnéticas principalmente, mientras que los segundos son la expresión básica del espacio recorrido en un tiempo determinado. O sea, aparece una variable de alta importancia: la rapidez con la que ocurren.



Ahora bien, la rapidez en los procesos de intercambio de información es particularmente inmediata, por lo cual no percibimos su flujo sino con la razón: son virtuales en este contexto. Con los desplazamientos de cuerpos en cambio sucede que son absolutamente asibles en tanto son percibidos por nuestros sentidos.



Lo que interesa aquí es reconocer que esos flujos tejen redes de comunicación que poseen, aun en su aparente desorden, lógicas particulares y colectivas. Sobre todo, es relevante saber que esas redes se asientan, especial y mayoritariamente, en el espacio público.



De todos modos, la apropiación del espacio público por parte de los ciudadanos se justifica plenamente dado que el objetivo final del ‘ser’ humano -la construcción de la identidad-, no es ni arbitrario ni caprichoso siempre que se corresponde con la lucha diaria y constante de él: la búsqueda de las respuestas a las únicas preguntas que vale la pena plantear: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos? (Reeves et al., 1996, p. 3)



Imagen 1. Calle Bolívar y Plaza de Santo Domingo (Loja-Ecuador).
El espacio público dual: integración comunitaria  y transición.
Fuente: elaboración propia


BIBLIOGRAFÍA
-                   Hidalgo Burneo, D. (2014). El tránsito no automotor como re-conquista del espacio público en el centro histórico de Loja. Tesis previa a la obtención del título de máster en proyectos de arquitectura y urbanismo (sin publicar). Universidad Europea Miguel de Cervantes – Valladolid.
-                   Neira, H. (2007). La naturaleza del espacio público. Una visión desde la filosofía. En O., Segovia (Ed.), Espacios públicos y construcción social (pp. 29-40). Santiago de Chile: Ediciones SUR.
-                   Reeves, H., de Rosnay, J., Coppens, Y. y Simonnet, D. (1996). La más bella historia del mundo. Santiago de Chile: ANDRÉS BELLO.
-                   Salcedo, R. (2007). La lucha por el espacio urbano. En O., Segovia (Ed.), Espacios públicos y construcción social (pp. 69-77). Santiago de Chile: Ediciones SUR.




[1] Por lo menos en Ecuador, es de dominio público que los propietarios de canales de radio y televisión, así como de periódicos y otros medios de comunicación o de alta difusión de información, “eran” a la vez propietarios de entidades financieras. En un espacio público de estas condiciones, la difusión de la información refleja necesariamente los pareceres de los grupos dominantes.